
A finales del siglo XIX el núcleo del Pont d’ Inca ya superaba los 400 habitantes. Aun así, no disponía de un templo propio, motivo por el cual los pontdinqueros, tenían que ir a misa, primero hasta Sant Llatzet, y después hasta el Plan de na Tesa. Es raíz de esta necesidad que nace la iglesia del Pont de’Inca. El rápido crecimiento demográfico del núcleo –propiciado especialmente por el progresivo asentamiento de almacenes y de industrias a un punto cercano de Ciudad, así como el acceso por carretera y el ferrocarril a partir de 1875– hizo necesario habilitar un año antes de su construcción, el 1889, un oratorio provisional a la ya desaparecida harinera des Pont d’ Inca, en aquel momento el edificio más alto de toda Mallorca. Incluso, se hicieron varias celebraciones en la sala de espera de la estación del tren.


Bien pronto, en el 1890 se empezó a edificar la actual iglesia. Para su construcción el Obispado y el Ayuntamiento habían comprado una parcela de la posesión de Cals Enagistes, donde la parte central fue ocupada por la parroquia y la plaza. El proyecto es obra de Pere de Alcàntara Peña, con intervención posterior del arquitecto Gaspar Bennàssar. Es dedicado a los santos mallorquines Alonso Rodríguez y Catalina Tomàs –patrona del Pont d’Inca– y al beato Ramon Llull. Uno de los aspectos más destacados, como era habitual en la construcción de casi todas las parroquias de Marratxí, fue la colaboración y aportación de los feligreses y feligresas, puesto que las obras se financiaban a partir de donaciones. Fue por carencia de recursos económicos que se paró la construcción durante un tiempo.
En cuanto a la arquitectura, se trata de una iglesia de estilo neomedievalista, ya que es una imitación de los estilos que se usaban en la época medieval. En este caso concreto, encontramos referencias al estilo románico, gótico así como también de la época moderna como el barroco. De las seis capillas existentes, destacan la de Sant Jaume y las imágenes de la Virgen María, obras del escultor pontdinquero Francesc Salvà, quien trabajó toda la vida en la escultura, principalmente religiosa, con más de 200 obras realizadas, y quién fue recordado también por enseñar de forma altruista a muchos forofos y forofas sobre pintura y escultura.
Destaca también la talla de Cristo Crucificado, proveniente del antiguo oratorio de Sant Llatzet. Por otro lado, en la fachada de la vicaría, datada del 1947, lucen dos relojes de sol con las habituales inscripciones latinas sobre el paso del tiempo, la necesidad de aprovecharlo o la vanidad de las personas. “TARDO VENIENTIBUS OSA” –A quienes llegan tarde, los osos–, posiblemente del poeta clásico Prudenci, y “SOL ME OS UMBRA REGIDO” –El sol me guía, a vosotros las sombras–, del poeta Horacio, son las dos sentencias que se aprecian en la esquina. Ambos relojes están datados, según el catálogo de relojes de sol, del 1950.


La figura de la parroquia, sin duda, ha contribuido igualmente a potenciar el sentimiento de pertenencia y crear vínculos entre la comunidad, así como de división y organización interior del municipio. Estas edificaciones suponían una red, puesto que allá donde no llegaba la administración pública sí que llegaban instituciones como la iglesia.